Este estrés es producido por la sociedad en que vivimos, al plantearnos tareas diariamente y problemas que tenemos que ir resolviendo para ir avanzando, sobrecargando así, nuestro cuerpo y mente.

La palabra «estrés» aparece en el diccionario cómo «la tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos». Sin embargo, este concepto es un tanto subjetivo y, por lo tanto, hay más de una manera de definirlo. Por lo general, estrés es la reacción del cuerpo ante un cambio que requiere respuesta física, mental o emocional. Es evidente, entonces, que cualquier persona puede verse afectada por el estrés, ya sea por circunstancias positivas o negativas. Por ejemplo, casarse conlleva situaciones muy estresantes, aunque se trate de un evento lleno de felicidad.

Existen dos tipos de estrés: agudo y crónico. El estrés agudo es aquel que afecta a la persona a corto plazo y que se genera a raíz de una situación estresante o exigente como estar en medio de una muchedumbre, estar en un ambiente ruidoso, tener hambre, vivir momentos emocionantes e, incluso, montar en montaña rusa.

Por el contrario, el estrés crónico puede tener efectos muy negativos en la salud a largo plazo porque se origina cuando el cuerpo se siente en constante tensión de estrés agudo durante mucho tiempo.

Nuestro cuerpo está programado para generar una respuesta fisiológica ante cualquier amenaza que perciba. Esta respuesta se llama «reacción de lucha o huida» y se caracteriza por el aumento del ritmo cardiaco y de la presión sanguínea, la subida de los niveles de glucosa en sangre y la redistribución de la sangre desde el sistema digestivo a los músculos.

Estos cambios se producen porque la adrenalina activa el sistema nervioso simpático, que es el encargado de preparar al cuerpo para enfrentarse a la amenaza percibida o para huir de ella.

Por tanto, está claro que cualquier tipo de estrés afecta a nuestro cuerpo. Por ello, tenemos que ser conscientes de que hay que parar y prestarle atención a nuestro cuerpo e invertir el tiempo necesario en nosotros mismos para poder regular así nuestra energía y no enfermar a consecuencia de este ritmo de vida desenfrenado en el que vivimos.

Pero, nosotros mismos, disponemos de un arma muy efectiva para combatir estos estados que es, sin duda, la disciplina por excelencia del Quiromasaje.

En ella se usan diferentes técnicas para aliviar el dolor físico y regularnos psíquicamente para combatir el veneno del estrés.

Con esta disciplina y todas sus técnicas, el quiromasajista, a través de los masajes, proporciona unos beneficios fisiológicos, estimulando las funciones esenciales del organismo, como la oxigenación de los tejidos y su depuración, favoreciendo, a su vez, el drenaje y la eliminación de los desechos de la misma oxigenación y aumentando el aporte de nutrientes a todas las partes del cuerpo.

Esto nos proporciona un equilibrio en las funciones vitales, mejorando la circulación de la sangre y provocando un efecto analgésico por la liberación de histamina, que es un compuesto que dilata los vasos capilares aliviando y calmando las molestias musculares y el dolor.

Por otro lado, los efectos psicológicos producidos por un masaje realizado por un quiromasajista profesional, ayudan a aumentar la energía vital, mejorando la autoestima y la consciencia para mantenernos positivos y, poder así, afrontar positivamente los desafíos cotidianos, incrementando nuestra capacidad de percepción, atención y sensibilidad.

La acción mecánica del masaje sobre la musculatura, actúa de manera que activa la circulación, cosa que favorece el intercambio de reacciones químicas y nutrientes (oxígeno y glucosa), acelera el proceso de eliminación de los productos de oxigenación, como el Dióxido de Carbono (Co2), otros productos de desechos que son nocivos para el músculo.

Los beneficios de un masaje relajante actúan tanto a nivel físico y terapéutico como a nivel emocional.

Los masajes considerados más “físicos”, emplean principalmente o en su totalidad, las manos y su fuerza. También, son fantásticos tratamientos para el dolor. Pero además, también provocan sensaciones extremadamente agradables que proporcionan otro tipo de ventajas.

Además, los masajes relajantes se suelen acompañar con recursos externos que aumentan la sensación de placer, calma y relax.

Por ejemplo, un masaje relajante generalmente se lleva a cabo en un escenario específico con decoración
simple, donde se aprecie música relajante, una luz tenue, velas y aromas, y que en definitiva, transmita paz y tranquilidad.

Los elevados niveles de la presión en el trabajo pueden contribuir al deterioro de la salud, incluidos los trastornos mentales y de comportamiento como el agotamiento, el «burnout», el desgaste, la ansiedad y la depresión, según la Organización Mundial del Trabajo.

Cuando se realiza un masaje relajante aplicando las técnicas correctas, se logra aliviar el estrés emocional, descontractura y relaja los músculos, aumenta la circulación de la sangre eliminando los productos de desecho acumulados en el torrente sanguíneo, reduce el ritmo cardiaco y la presión sanguínea.

Tratar el estrés ayuda a que el trabajador incremente su productividad y rendimiento laboral, disminuye el ausentismo, motiva al personal y mejora las relaciones.

Aunque las técnicas de masaje que se vayan a utilizar para tratar el estrés varían del caso concreto de cada persona y sus necesidades, la aplicación de rituales que combinen técnicas de aromaterapia con productos para aliviar la tensión muscular y corporal son los más efectivos, ya que se trabaja la parte emocional y física de la persona a la vez.

Realizarse una vez al mes un masaje relajante es una de las recomendaciones para reducir el estrés laboral.

Dicho esto, no puedes dejar de experimentar un antes y un después de una sesión de Quiromasaje, con ello, conseguiremos mantenernos sanos… mantenernos positivos… y sobre todo prestar la atención que se merece nuestro cuerpo ya que nadie lo va a hacer por nosotros!!